Presentación scatiana 2006
Día de Andalucía 2006
Día de Andalucía 2006
El ser humano ha colonizado casi todo el planeta, se
ha adaptado a los medios de vida más duros y difíciles y ha conseguido
sobrevivir en ellos. No es de extrañar, pues, que la presencia humana en
Andalucía en general y nuestro Campo de Tejada en particular fuera muy antigua.
Aquí había de todo aquello que el ser humano podía necesitar: agua, abundancia
de caza y tierras feraces que proporcionaban sustento alimenticio. Ya en el
paleolítico hay vestigios de presencia humana por estas tierras y ya desde
entonces comenzó el hombre a transformar, a humanizar su entorno.
Pero la tierra
escondía otro tesoro que esos primeros hombres todavía no conocían ni podían
aprovechar. Las vetas minerales de la Sierra de Tejada transformarían el modo
de vida de los habitantes de nuestro pueblo de una manera radical. La
explotación y comercio de la plata y otros metales propició el contacto con
pueblos del otro lado del Mediterráneo, principalmente los fenicios, y al calor
de ese intercambio comercial surgió otro no menos importante: el intercambio
cultural, de conocimientos, costumbres y técnicas que contribuyó a forjar una
cultura local mucho más avanzada que las de su entorno: la conocemos como
Tartessos.
Tartessos fue
considerada durante siglos una civilización mítica. Las referencias que se
hacían en la biblia y en las mitologías griega o fenicia a sus reyes, su
cultura, o su organización legislativa,
rodearon a Tartessos de un halo de misterio e idealización que llevaron a
muchos a considerarla una ensoñación mitológica que nunca existió. Pero desde
finales del siglo XIX y durante el XX, diversos estudios documentales y sobre
todo arqueológicos van dejando constancia por todo el Valle del Guadalquivir de
la existencia real de Tartessos.
Nuestra Tejada
la Vieja siempre despertó el interés de los lugareños y de los estudiosos de la
historia que la visitaban. Su propio nombre atestigua una tradición ininterrumpida de la existencia en aquel
lugar de una población anterior a Tejada. El estudioso local Silverio Escobar y
Salazar ya a principios del siglo XX la relacionaba con los Turdetanos y con la
actividad extractiva en las minas cercanas. Cuando en la campaña 1981-82 el
profesor Blanco Frejeiro realiza el primer trabajo arqueológico serio y científico
en Tejada la Vieja descubre su muralla y algunas muestras de urbanismo que la
convierten de inmediato en un referente a nivel mundial para el estudio de una
de las culturas más misteriosas y mitificadas de la historia, la tartésica. Con
la excavación de Tejada la Vieja fueron cayendo muchos mitos sobre la opulencia
y la riqueza de aquella cultura, pero al mismo tiempo se fueron constatando
interesantísimas realidades. La Tartesia era una sociedad muy evolucionada para
su época, provista de una estructura social compleja y robusta donde se
especializa y divide la mano de obra, donde existe un poder lo suficientemente
fuerte como para hacer cumplir las leyes y mantener un cierto orden social. Fue
el primer Estado organizado en Occidente.
Su contribución
al estudio del mundo tartésico ha sido fundamental ya que Tejada la Vieja
ofrece la posibilidad de conocer un yacimiento con gran actividad
minero-metalúrgica que debió ejercer un papel fundamental en toda su área de
influencia. Igualmente importante es su aportación al conocimiento de la
cultura Turdetana para la que este yacimiento comprende unas condiciones
excepcionales al no haber sido ocupado después del siglo cuarto antes de Cristo
y hallarse por tanto perfectamente conservado el urbanismo, las calles y las
casas tal cual las dejaron sus últimos habitantes.
Pero las rutas
comerciales cambian, la minería deja de tener la rentabilidad que hasta
entonces la habían convertido en eje fundamental de la economía local y las
gentes del Campo de Tejada tienen que reconvertir su modo de vida. La
fertilidad de los campos aconseja volver a la agricultura y a la ganadería.
Tejada la Vieja está en las primeras estribaciones de la sierra, en un lugar
alejado de las corrientes de agua y de las feraces campiñas. Un nuevo núcleo de población empieza a tomarle la
delantera. Sobre un pequeño cerro, rodeada de arroyos y fuentes naturales, se
levanta Tejada.
Los romanos
debieron encontrar ya una población importante, que, pese al abandono de la
actividad minero-metalúrgica, no había dejado el contacto con los pueblos
púnicos, en este caso los cartagineses, herederos en el Mediterráneo Occidental del antiguo poderío
fenicio. Muestra de la relación con los cartagineses es la acuñación de monedas
bilingües latino-púnicas y muestra de la importancia de Tejada es el hecho de
haber albergado una ceca, ya que la acuñación de monedas solo se daba en
poblaciones de una cierta entidad. El jinete que aparecía representado en la
mayoría de las monedas de la ceca de Ituci, aún hoy es el símbolo de Escacena
en su escudo y en su badera.
Parece que en la
época romana vivió la ciudad de Ituci, un tiempo de esplendor. Se construyen
sus primeras murallas, parte de las cuales son todavía visibles, y se fundan
numerosas villas rurales en sus alrededores. Casi todo el Valle del
Guadalquivir estuvo sembrado de estas villas. Aún hoy nos muestra la toponima
de pueblos y cortijos ese rastro ancestral de la huella romana: Chucena,
Paterna, Barbacena, Chichina… y cómo no, Escacena, son vocablos de probable
origen romano. Gran parte de la trascendencia de Tejada se la dio su
localización, a una jornada de camino desde Itálica y a otra de Niebla, por eso
la ciudad de Tejada aparece mencionada en el itinerario de Antonino como una de
las etapas del camino que llevaba desde Sevilla hasta la desembocadura del
Guadiana.
Poco se sabe de
Tejada tras la conquista musulmana. Apenas que fue capital del distrito o iqilm
de Al-Basal, uno de los cuatro que componían el Aljarafe sevillano. Se sabe
además que fue asaltada por los normandos o vikingos cuando remontan el
Guadalquivir en el s.XI y en esa época se reforzaron sus defensas. Fue así
mismo objeto de saqueos y rapiñas en distintos momentos durante la dominación
musulmana, sobre todo a cargo de castellanos y portugueses. Todo parece
indicar que fue capital de un reino de taifa durante la reconquista y de hecho
en el repartimiento de Sevilla se le otorga la alquería de Alcalá de Tejada
(Actual Alcalá de la Alameda, Chucena) al rey de Tejada que había entregado la
ciudad por capitulación que precedió en 1253 a la conquista del reino de
Niebla.
Fue por tanto
nuestra Tejada una de las ciudades más importantes al occidente de Sevilla
durante más de mil años. Hasta que los vientos de la historia volvieron a
cambiar. El camino que atraviesa Tejada entró en decadencia, los sistemas de
riego que canalizaban sus aguas superficiales y los afloramientos manantiales
de su entorno se fueron abandonando, provocándose así el estancamiento de las
aguas y la consiguiente insalubridad que provocaban epidemias de enfermedades
propias de las zonas lacustres como el paludismo. Su poderío y su grandeza se
derrumbaban, pasaban poco a poco a un anaquel de la memoria y el silencio se
iba abatiendo sobre la antaño poderosa y vital ciudad de Ituci.
Pero de toda
muerte surge una nueva vida. Aquellas humildes pero dignas y antiguas aldeas,
herederas en muchos casos de villas romanas, van acrecentando su población
gracias al despueble de Tejada. Están cerca del sustento que proporcionan los campos
y lejos de las enfermedades, lejos del camino poco a poco olvidado por el
tiempo que dio vida a Tejada, pero cerca del nuevo camino que se convierte en
eje fundamental de comercio entre los puertos atlánticos de la costa de Huelva
y la ciudad de Sevilla. Y en medio de este crecimiento vuelve a cambiar el
mundo. De repente se hace mucho más grande, un nuevo continente aparece en el
horizonte vital y económico de estas gentes humildes y trabajadoras del Campo
de Tejada. Sevilla se convierte en puerta y puerto de Indias y gentes de toda
España y de gran parte de Europa llegan a ella y se acrecienta su población y
se diversifica y crece humana y económicamente y toda su tierra se beneficia.
El trigo del Campo de Tejada se vuelve
fundamental para el abastecimiento de la ciudad y Escacena es su mayor
proveedora. Gracias a ello el pueblo crece, nace la calle Rey, la calle Lacera
sube vertiginosamente el cerro, aparece la calle Barrio Nuevo. Son años de
bonanza y de futuro.
Pero aquel
futuro al fin no fue más que un espejismo que los siglos marchitaron. Y el
tiempo de bonanza no aprovechado hizo languidecer finalmente a Sevilla y a su
tierra. Escacena se aferró a sus campos, como única esperanza y durante siglos
ha vegetado, olvidando su pasado glorioso. Pero va siendo hora de despertar. Va
siendo hora de descubrir lo que las gentes del Campo de Tejada supusieron en la
historia de Andalucía y en la historia del mundo. Va siendo hora de construir
con ese portentoso legado de siglos un futuro de verdad en común, un futuro que
nos haga libres para Andalucía, España y la Humanidad.