sábado, 18 de febrero de 2012

CELEBRACIÓN DÍA DE ANDALUCÍA 2OO6 ESCACENA DEL CAMPO

Presentación scatiana 2006

Día de Andalucía 2006
    
El ser humano ha colonizado casi todo el planeta, se ha adaptado a los medios de vida más duros y difíciles y ha conseguido sobrevivir en ellos. No es de extrañar, pues, que la presencia humana en Andalucía en general y nuestro Campo de Tejada en particular fuera muy antigua. Aquí había de todo aquello que el ser humano podía necesitar: agua, abundancia de caza y tierras feraces que proporcionaban sustento alimenticio. Ya en el paleolítico hay vestigios de presencia humana por estas tierras y ya desde entonces comenzó el hombre a transformar, a humanizar su entorno.

Pero la tierra escondía otro tesoro que esos primeros hombres todavía no conocían ni podían aprovechar. Las vetas minerales de la Sierra de Tejada transformarían el modo de vida de los habitantes de nuestro pueblo de una manera radical. La explotación y comercio de la plata y otros metales propició el contacto con pueblos del otro lado del Mediterráneo, principalmente los fenicios, y al calor de ese intercambio comercial surgió otro no menos importante: el intercambio cultural, de conocimientos, costumbres y técnicas que contribuyó a forjar una cultura local mucho más avanzada que las de su entorno: la conocemos como Tartessos.

Tartessos fue considerada durante siglos una civilización mítica. Las referencias que se hacían en la biblia y en las mitologías griega o fenicia a sus reyes, su cultura,  o su organización legislativa, rodearon a Tartessos de un halo de misterio e idealización que llevaron a muchos a considerarla una ensoñación mitológica que nunca existió. Pero desde finales del siglo XIX y durante el XX, diversos estudios documentales y sobre todo arqueológicos van dejando constancia por todo el Valle del Guadalquivir de la existencia real de Tartessos.

Nuestra Tejada la Vieja siempre despertó el interés de los lugareños y de los estudiosos de la historia que la visitaban. Su propio nombre atestigua una tradición  ininterrumpida de la existencia en aquel lugar de una población anterior a Tejada. El estudioso local Silverio Escobar y Salazar ya a principios del siglo XX la relacionaba con los Turdetanos y con la actividad extractiva en las minas cercanas. Cuando en la campaña 1981-82 el profesor Blanco Frejeiro realiza el primer trabajo arqueológico serio y científico en Tejada la Vieja descubre su muralla y algunas muestras de urbanismo que la convierten de inmediato en un referente a nivel mundial para el estudio de una de las culturas más misteriosas y mitificadas de la historia, la tartésica. Con la excavación de Tejada la Vieja fueron cayendo muchos mitos sobre la opulencia y la riqueza de aquella cultura, pero al mismo tiempo se fueron constatando interesantísimas realidades. La Tartesia era una sociedad muy evolucionada para su época, provista de una estructura social compleja y robusta donde se especializa y divide la mano de obra, donde existe un poder lo suficientemente fuerte como para hacer cumplir las leyes y mantener un cierto orden social. Fue el primer Estado organizado en Occidente.

Su contribución al estudio del mundo tartésico ha sido fundamental ya que Tejada la Vieja ofrece la posibilidad de conocer un yacimiento con gran actividad minero-metalúrgica que debió ejercer un papel fundamental en toda su área de influencia. Igualmente importante es su aportación al conocimiento de la cultura Turdetana para la que este yacimiento comprende unas condiciones excepcionales al no haber sido ocupado después del siglo cuarto antes de Cristo y hallarse por tanto perfectamente conservado el urbanismo, las calles y las casas tal cual las dejaron sus últimos habitantes.

Pero las rutas comerciales cambian, la minería deja de tener la rentabilidad que hasta entonces la habían convertido en eje fundamental de la economía local y las gentes del Campo de Tejada tienen que reconvertir su modo de vida. La fertilidad de los campos aconseja volver a la agricultura y a la ganadería. Tejada la Vieja está en las primeras estribaciones de la sierra, en un lugar alejado de las corrientes de agua y de las feraces campiñas. Un  nuevo núcleo de población empieza a tomarle la delantera. Sobre un pequeño cerro, rodeada de arroyos y fuentes naturales, se levanta Tejada.

Los romanos debieron encontrar ya una población importante, que, pese al abandono de la actividad minero-metalúrgica, no había dejado el contacto con los pueblos púnicos, en este caso los cartagineses, herederos en el  Mediterráneo Occidental del antiguo poderío fenicio. Muestra de la relación con los cartagineses es la acuñación de monedas bilingües latino-púnicas y muestra de la importancia de Tejada es el hecho de haber albergado una ceca, ya que la acuñación de monedas solo se daba en poblaciones de una cierta entidad. El jinete que aparecía representado en la mayoría de las monedas de la ceca de Ituci, aún hoy es el símbolo de Escacena en su escudo y en su badera.

Parece que en la época romana vivió la ciudad de Ituci, un tiempo de esplendor. Se construyen sus primeras murallas, parte de las cuales son todavía visibles, y se fundan numerosas villas rurales en sus alrededores. Casi todo el Valle del Guadalquivir estuvo sembrado de estas villas. Aún hoy nos muestra la toponima de pueblos y cortijos ese rastro ancestral de la huella romana: Chucena, Paterna, Barbacena, Chichina… y cómo no, Escacena, son vocablos de probable origen romano. Gran parte de la trascendencia de Tejada se la dio su localización, a una jornada de camino desde Itálica y a otra de Niebla, por eso la ciudad de Tejada aparece mencionada en el itinerario de Antonino como una de las etapas del camino que llevaba desde Sevilla hasta la desembocadura del Guadiana.

Poco se sabe de Tejada tras la conquista musulmana. Apenas que fue capital del distrito o iqilm de Al-Basal, uno de los cuatro que componían el Aljarafe sevillano. Se sabe además que fue asaltada por los normandos o vikingos cuando remontan el Guadalquivir en el s.XI y en esa época se reforzaron sus defensas. Fue así mismo objeto de saqueos y rapiñas en distintos momentos durante la dominación musulmana, sobre todo a cargo de castellanos y portugueses. Todo parece indicar que fue capital de un reino de taifa durante la reconquista y de hecho en el repartimiento de Sevilla se le otorga la alquería de Alcalá de Tejada (Actual Alcalá de la Alameda, Chucena) al rey de Tejada que había entregado la ciudad por capitulación que precedió en 1253 a la conquista del reino de Niebla.

Fue por tanto nuestra Tejada una de las ciudades más importantes al occidente de Sevilla durante más de mil años. Hasta que los vientos de la historia volvieron a cambiar. El camino que atraviesa Tejada entró en decadencia, los sistemas de riego que canalizaban sus aguas superficiales y los afloramientos manantiales de su entorno se fueron abandonando, provocándose así el estancamiento de las aguas y la consiguiente insalubridad que provocaban epidemias de enfermedades propias de las zonas lacustres como el paludismo. Su poderío y su grandeza se derrumbaban, pasaban poco a poco a un anaquel de la memoria y el silencio se iba abatiendo sobre la antaño poderosa y vital ciudad de Ituci.

Pero de toda muerte surge una nueva vida. Aquellas humildes pero dignas y antiguas aldeas, herederas en muchos casos de villas romanas, van acrecentando su población gracias al despueble de Tejada. Están cerca del sustento que proporcionan los campos y lejos de las enfermedades, lejos del camino poco a poco olvidado por el tiempo que dio vida a Tejada, pero cerca del nuevo camino que se convierte en eje fundamental de comercio entre los puertos atlánticos de la costa de Huelva y la ciudad de Sevilla. Y en medio de este crecimiento vuelve a cambiar el mundo. De repente se hace mucho más grande, un nuevo continente aparece en el horizonte vital y económico de estas gentes humildes y trabajadoras del Campo de Tejada. Sevilla se convierte en puerta y puerto de Indias y gentes de toda España y de gran parte de Europa llegan a ella y se acrecienta su población y se diversifica y crece humana y económicamente y toda su tierra se beneficia. El trigo del Campo de Tejada  se vuelve fundamental para el abastecimiento de la ciudad y Escacena es su mayor proveedora. Gracias a ello el pueblo crece, nace la calle Rey, la calle Lacera sube vertiginosamente el cerro, aparece la calle Barrio Nuevo. Son años de bonanza y de futuro.
Pero aquel futuro al fin no fue más que un espejismo que los siglos marchitaron. Y el tiempo de bonanza no aprovechado hizo languidecer finalmente a Sevilla y a su tierra. Escacena se aferró a sus campos, como única esperanza y durante siglos ha vegetado, olvidando su pasado glorioso. Pero va siendo hora de despertar. Va siendo hora de descubrir lo que las gentes del Campo de Tejada supusieron en la historia de Andalucía y en la historia del mundo. Va siendo hora de construir con ese portentoso legado de siglos un futuro de verdad en común, un futuro que nos haga libres para Andalucía, España y la Humanidad.

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ARTISTAS EN LA CALLE

Paredes blancas cubiertas de creatividad.Verano del 2006 en Escacena del campo los niños y niñas pintaron las paredes del Polideportivo municipal.